Salvar 4 Libros del Desastre por Edgar Khonde

persona con libro quemadoEn uno de sus relatos el escritor habla de salvar cuatro libros de un incendio. El escritor es de nacionalidad argentina, pero escribe como español, porque desde adolescente ha vivido cerca de Madrid. No sabemos qué llevó a su familia a mudarse de país. En el relato, no dice qué tipo de siniestro es -un incendio no da mucha más información que el fuego consumiéndolo todo- ni el lugar, pero el lector supone que se trata de una biblioteca. El lector reflexiona, qué libros salvaría de la hoguera.

 La escritura forzosamente antecede a la lectura, pero no a la literatura. Es decir, los libros, todos, podrían ser exterminados, y no por ello se extinguiría la Literatura.

 Salvar libros de primeros auxilios, de remedios herbolarios, de teoría científica, de inventos, de historia, ¿de historia? Se puede reinventar la historia. De hecho es deseable de cuando en cuando, generar una nueva épica. Descartamos, ergo, salvar novelas, cuentos, poesía, y cualquier otro género literario.

 La trama de la novela en donde el escritor cuenta sobre el incendio, nunca desenlaza en el título de los cuatro libros rescatados. Hay que imaginarse, con toda la información en la mano, en la mente, qué libros fueron los afortunados. ¿Qué salvaría usted de la hoguera? Parece ser el reto, y en este caso, el traslape de lo real sobre la ficción.

 Aunque ante un incendio saldría, supongo, huyendo, sin nada más que mis huesos y músculos.

BOXEO MEDIANO COLOMBIA - PARAGUAY La noche de ayer, llevaba en mis manos El club de los negocios raros, de Chesterton y Nombre falso, de Piglia. En Nombre falso hay un cuento llamado «El Laucha Benítez cantaba boleros». Laucha es un boxeador, y el Vikingo otro. Ambos coinciden en un gimnasio. Ambos deberían haber sido cualquier otra cosa, excepto boxeadores. El Laucha, cantante de boleros. El Vikingo, no sé, tal vez matón a sueldo. Pero fueron boxeadores y así se conocieron; porque tenían que representar una tragedía griega ocurrida en Buenos Aires.

 Me dirigía a ver a María. La vi, desde lejos vi su cabello, que parece crucigrama. Vi luego su boca y sus ojos, unos grandes ojos. La veía por partes, como siempre, como me gusta. Para después verla toda. Leo una oración, leo otra, leo el siguiente párrafo. Alcanzo a comprender una historia a través de las cadenas de grafías. Primero descifro una palabra que porta su significado. El escritor tiene fe en que el lector acuda al significado preciso, o al menos cercano, al que él cocibió en su departamento de la calle Sarmiento.

 Puedo contemplarla ininterrumpidamente, la he visto dormida. Si supiera dibujar, la podría dibujar de memoria, al menos su rostro. ¿Qué salvaría yo de un incendio? La salvaría a ella. Aunque yo no me salvara ni salvara libros.

 En el fondo, cualquiera quiere ser un superhéroe. Salvar cuatro libros es a fin de cuentas, salvar la literatura, salvar toda la literatura. ¿Qué libros elegiría usted? Yo elegiría Plata quemada, La invención de Morel, Siete pecados y 2666. Mis razones son arbitrarias, responden a un instante; seguramente en un año decidiría salvar distintos títulos. La invención de Morel es mi novela favorita. Nada de poesía ni de técnicas de superivencia o manuales de autoayuda.

Libros prohibidos ¿Por qué salvar libros? Lo más decente sería salvar a la vieja bibliotecaria que apenas y puede con sus piernas. Los lingüistas por ejemplo, anteponen salvar una lengua a punto de extingurise que salvar a los hablantes. Los hablantes nunca importan, a lo mejor ni su lengua. Lo que importa para el lingüista es algún fenómeno lingüístico, o la descripción de sus sonidos. La lingüística por eso es inhumana y debe ser desaparecida. Es mucho muy parecida a una ciencia estadística, en donde solo importan los números. Un bibliotecario querría salvar todos los libros, o condenarse en el infierno junto a los anaqueles. En el caso, por supuesto, de un bibliotecario apasionado. Pero apuesto a que hay bibliotecarios que no leen ni los avisos oportunos -en donde por supuesto hay más poesía que en los libros de poesía-. Los de la biblioteca central de la UNAM, siempre me han parecido del tipo que le tienen fobia a los libros; claro que no tienen la obligación de ser lectores empedernidos.

 Si tuviera que salvar al mundo, seguramente no me salvaría ni yo. ¿Qué sí salvaría entonces? Salvaría la música y la cocina. Salvaría el sexo. No salvaría los libros. No invertiría mis pocas fuerzas en salvar ejemplares de la Biblia o el Quijote. Seré honesto: si estuviera en medio de un incendio, me desmayaría, me pondría histérico, trataría de correr, pasaría encima de los caídos y finalmente, perecería ahogado por el humo. No tengo talante de héroe, soy un tipo nada brillante, fácilmente caigo en el caos y sé que ningún poema, o línea, va a modificar un ápice el mundo. Pude ser bombero y preferí escribir. Pude ser beisbolista y preferí escribir. Pude ser abogado o economista y preferí escribir. Siempre elijo las versiones más imprácticas, lo inútil. Si tuviera que asaltar un banco, llevaría una pistola de agua y un pergamino con un poema. Ayer le confesaba  a María un hipotético crimen; mis ojos, mis dientes, mi lengua, solo pensaban en besarla.

Edgar Khonde

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«Momento Justo» por Sir Lav Radosan

Una habitación blanca y cálida. Las ventanas cubiertas de cortinas semitransparentes, que dejaban ver con la luz de la luna una amplia terraza. Cama de sábanas blancas con rojo, de satín y seda. Las velas que iluminaban el lugar daban un calor muy especial. Poco a poco se hacía sentir el aroma a jazmín que desprendían un par de inciensos.

Fotografía de Waclaw Wantuch

Fotografía de Waclaw Wantuch

Primero escuche a lo lejos el taconeo de sus pasos, hasta que llegaron a la chapa de la puerta. Cuando dio los primeros pasos en el lugar, nada dejaba duda que había quedado fascinada. Recorría el lugar con movimientos oculares lentos y en distintas direcciones.

En ese momento dejo caer su bolso al piso. Se quitó las zapatillas con dos movimientos. Lentamente se desabrocho los botones de la blusa. Se soltó su larga cabellera que cubrieron sus pechos ya desnudos. La falda se deslizo sobre sus caderas y piernas, perfectamente torneadas; que dejo ver su ropa interior enmarcada en un liguero negro.

Al fondo escuche el descorche de una botella, que dejaba caer parte de su contenido al piso. Las burbujas en las copas estuvieron presentes al inicio de los besos. Dos cuerpos desnudos se acariciaban y fusionaban. Por momentos con delicadeza otros con pasión desenfrenada. Las caricias con los labios recorrieron todos los rincones de su cuerpo. Hadeos y gemidos se impregnaban con gran fuerza en las paredes del lugar. Olas que vienen y van. Sudores en el cuerpo que se secan al rozar las sabanas.

Dos cuerpos sentados y entrelazados el uno frente del otro. La música no dejaba escuchar los susurros de amor que seguramente se decían. De repente una salto encima de la otra y empezaron a tener lo que le podría llamar sexo duro. Parecía que no se querían soltar las manos y que ganaría quien estuviera encima por más tiempo. Una logro zafarse y con un rápido movimiento tomo una lámpara del buró. Con un golpe certero le abrió el cráneo, que dejo ver inmediatamente su masa encefálica. El cuerpo perdió toda rigidez. Ella siguió golpeando, después del golpe treinta, deje de contarlos.

Ya no se escuchaba la música y el ambiente olía a sangre. El cuerpo como un títere termino a tres metros de la cama. La espesa sangre se adueñó de la habitación, hasta goteaba del techo.

Nunca había visto una mujer vestirse tan rápido. Tomo todas sus cosas y se marchó. Sello su salida con un fuerte portazo. Su caminar fue tranquilo y certero. Escuche que cerró la puerta de un vehículo y se marchó. Inmediatamente salí de mi escondite y corrí.

Sir Lav Radosan

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«La lengua es un canto» por Edgar Khonde

LenguaUsted debe creer que las cosas nacieron con los nombres que portan, es decir, que una pelota se llama pelota y que no podría llamarse de otra forma, aunque sabe que existe balón, bola, redonda. O que el carro es carro, y no auto o automóvil o coche o nave. Usted debe pensar que su idioma y forma de nombrar las cosas es la más precisa del universo, del universo no solo del mundo, y es un error como se nombra un objeto en inglés, francés, chino o ruso. Déjeme decirle que ha sido engañado, o usted se ha engañado.

 Resulta que usted va por el zoológico, porque es casi imposible suponerse en una selva, y escucha el ruido de los monos y los elefantes y los gallos y los leones, y a usted sus voces le parecen gritos sin sentido. Usted quizás no lo sepa pero nuestros científicos del lenguaje han desvelado que esos gritos significan cosas parecidas a nuestros actos de habla, quizás no tan preciso como nuestra lengua, pero en su contexto esos gritos o aullidos animales son tan funcionales como nuestro buenos días y good morning.

 Le planteo un recurso que apela a la imaginación, suponga usted que su origen es Marte y que llega a la Tierra y conoce a los humanos, ¿no le parecería que la lengua humana está compuesta de gritos, gruñidos y aullidos? Usted como un marciano civilizado, ¿no pensaría que el hombre es solo un animal sin capacidad para el lenguaje? Pensaría que somos burros.

 La lengua humana está compuesta de sonidos, básicamente cualquier ruido es un sonido, una irrupción de ondas sonoras a través del aire. Los sonidos que emite el ser humano, sonidos del habla, son producidos por el aire que recorre nuestro aparato fonador. El aparato fonador es el conjunto de órganos que intervienen en la emisión del habla: órganos de respiración, fonación y articulación; usted puede buscar en internet si está interesado en saber la función de cada uno de ellos y cuáles son en específico. Los sonidos pueden ser solo ruidos, gruñidos, gritos y aullidos como dice el párrafo de arriba, pero también, y a mí me gusta más esta concepción de la lengua, los sonidos pueden ser un canto. Si usted lo prefiere, los seres humanos cantamos. Una lengua es una canción. Una variante de una lengua es una canción. Usted dice que los norteños hablan cantadito y la gente del norte de México dice que los chilangos hablan cantadito. En cierta manera ambos entes geográficos tienen razón. Norteños y chilangos interpretamos el español con diferentes cantos, acentos, tiples. La forma más armoniosa del lenguaje es la poesía, porque recurre a la sonoridad para producir un efecto estético, con un fin emotivo la mayoría de las veces. Usted sabe además que los gallos cantan, y otras aves también, y los grillos raspando sus patas contra sí mismos chirrían o cantan. Si usted ha visto El señor de los anillos, debe saber que el lenguaje de los elfos tiene una relación intrínseca con el canto; además tendrá presente esa forma tan dulce conque las madres duermen a los bebés a través del arrullo: la canción de cuna, y que en la lengua conocida como náhuatl, la forma específica usada para la poesía era conocida como flor y canto. Por ahí en la red circula una supuesta investigación lingüística rusa, donde se expone que la lengua como canto, como ondas sonoras, es benéfica para el organismo de una forma que han propuesto desde la antigüedad diversas culturas: la lengua sana, en su forma de canto.

 A nuestro lenguaje particular o individual se le conoce como idiolecto, cada uno de nosotros tenemos una forma y una entonación específica que nos hace reconocibles como sujetos, cada uno de nosotros usamos más unas palabras que otras, nuestras formas oracionales nos identifican, es decir, cada uno tiene su propio ruido. Con nuestras formas de habla empatizamos con el otro, nos gustamos con el otro y formamos vínculos. Importa el cómo hablamos.

 Lo que quiero decir aquí es que toda esta tecnología evolutiva no ha hecho de nosotros máquinas perfectas del lenguaje, no somos más que monos aulladores. Nombramos una cosa con gruñidos o con un canto, encantamos, formulamos un conjuro cuando articulamos cada sonido que compone el enunciado: te amo. Lo bonito está en eso, cantarle al otro, hablarle, parlarle, decirle al tiro. Hay quienes tienen buena labia y hay quienes han sido apodados, el mudo. Las cosas no tienen un nombre natural, son un nombre convenido por la tradición cultural de los pueblos; tampoco existe un buen hablar o un mal hablar más que con fines sociales, pero no naturales, ni genéticos. Si lingüísticamente habláramos de inteligencia, entonces un hablante inteligente tendría que ser aquel que pudiera  comunicarse con más éxito en diferentes ámbitos, sociales, geográficos, idiomáticos; aquel que pudiera dominar más argots o jergas o registros, y no aquel que solo pudiera hablar correctamente de acuerdo a las reglas de un manual ortográfico, o al Manual de Carreño. Dicho de otro modo, aquel que cante más bonito diferentes canciones: un hablante versátil.

Edgar Khonde 

@edgarkhonde

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